Diego Martín del Oliva

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Es uno de los tres nombres grabados sobre la fachada del Cabildo y el último de los autores de este edificio que vamos a recordar. Parece también que era el menos dotado para el diseño arquitectónico de todos ellos, como opina Romero Bejarano, quien asimismo ha hecho valiosas aportaciones documentales sobre él. En cualquier caso, fue un maestro de éxito en el Jerez de la segunda mitad del XVI, constando también que llevó a cabo trabajos relevantes fuera de la ciudad.

Suele ser una constante en los oficios artísticos el aprendizaje en el seno familiar y Diego Martín del Oliva no fue una excepción, ya que el apellido “del Oliva” está en numerosas páginas de la historia de la arquitectura jerezana del quinientos, marcando una larga transición del Tardogótico al Renacimiento. Las dispares formas de ambas corrientes artísticas llegan incluso a combinarse, uniendo decoración “a lo romano” con una compleja cubierta de crucería en obras tan tardías como la capilla de San Sebastián de la parroquia de Nuestra Señora de la O de Sanlúcar, contratada en 1560 junto a su hermano Francisco Ruiz del Oliva. Ambos habían colaborado años antes en la capilla de la Cena de San Marcos, donde, en cambio, usaron la bóveda acasetonada clásica. Ya en solitario, simultáneamente a la construcción de las casas capitulares levantó la actual capilla del Señor de las Penas de San Mateo, donde las afinidades con ciertos detalles del interior del viejo ayuntamiento son llamativas.

En 1570 labra el oratorio de Diego de Ribadeneira en el convento de Santo Domingo. Un espacio, cerrado por una curiosa reja de la misma época, que está ahora de actualidad por su rehabilitación y conversión en acceso principal de “Los Claustros”. Una muestra de un modesto Renacimiento pero de indudable valor histórico que deseamos que sea objeto de una intervención acertada.

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