La piel del Mudéjar

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Detrás de la cal está la vida aletargada, el color, con toda su carga expresiva y estética. Es la sutil piel de la arquitectura, oculta tras un disfraz burdo que, pese a todo, ha preservado sin quererlo la esencia de ciertos edificios. Una autenticidad distorsionada por los gustos modernos, entre los que priman ideas como la sobriedad y la consecuente desnudez del material constructivo. Es decir, planteamientos que chocan con la mentalidad de esa remota sociedad que los levantó y que sí valoraba el poder suntuoso del color y veía en las pinturas murales el natural acabado de muros y cubiertas. Como ocurrirá en otros periodos posteriores, el estilo Mudéjar que florece en Jerez en torno a la primera mitad del siglo XV participa de esa forma de concebir los interiores de casas e iglesias. Esta genuina fusión de elementos góticos e islámicos con frecuencia se asocia con descarnadas paredes y bóvedas, levantadas con humildes ladrillos o sillares labrados en la porosa piedra de la zona; materiales que, sin embargo, era también necesario cubrir por razones de protección. Es la realidad en la que hay que entender complementos como los azulejos, las yeserías y, sobre todo, las pinturas. De ornamentaciones de cerámica y yeso quedan algunos restos descontextualizados pero de decoraciones pictóricas sí nos han llegado milagrosamente algunos interesantes ejemplos in situ. Dos de ellos están de actualidad: uno por estar a punto de concluir su recuperación, la capilla de la Jura de San Juan; y otro, la capilla bautismal de San Mateo, por su reciente descubrimiento en las páginas de este periódico, gracias a Fernando López Vargas-Machuca y José María Guerrero Vega, cuyos estudios sobre el mudéjar jerezano deben ser el punto de partida para la revaloración de estas pinturas y, en el caso de San Mateo, para su necesaria restauración.

http://www.diariodejerez.es/article/opinion/2377239/la/piel/mudejar.html

El convento del Espíritu Santo

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La bajada hacia el Arroyo desde San Blas es pronunciada y nada uniforme. Lo accidentado del terreno hace poco cómodo el transcurrir por una Cuesta del Espíritu Santo casi siempre desierta aunque, en cambio, permite observar una de las más bellas vistas de la ciudad hacia ese frente monumental en el que se escalonan la Catedral, el Alcázar y San Miguel. Un rincón infravalorado que transcurre por un escenario arquitectónico mantenido de forma dispar y donde sobresale como principal referencia la simplicidad geométrica del ábside de la iglesia del antiguo convento que da nombre a la calle.

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No es la primera vez que este edificio renacentista aparece en esta página. Sin embargo, los rumores de una posible compra del cenobio para convertirlo en establecimiento hotelero hacen que de nuevo esté de actualidad tras nueve años deshabitado, descuidado y expoliado. Ahora se habla del interés por él de un magnate filipino que se ha hecho conocido en España por adquirir varias firmas bodegueras y un famoso rascacielos de Madrid. La llegada a nuestro casco antiguo de las supuestas inversiones de un personaje como éste, afortunado miembro de la lista Forbes, puede invitar al optimismo. No obstante, ante un futuro inseguro, la especulación flota en el ambiente y las dudas sobre el destino de la excelente iglesia preocupan. No es ninguna buena noticia que un templo histórico pierda su uso original. A la inevitable desvirtuación se suma la pérdida definitiva de un mobiliario hoy disperso y que ya nunca volverá. Una nueva funcionalidad puede ser un mal menor, justificado por la conservación de un importante elemento de nuestro patrimonio. Pero cuidado con los generosos propósitos, que de  buenas intenciones está lleno el infierno

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http://www.diariodejerez.es/article/opinion/2367320/convento/espiritu/santo.html