El escultor Vicente Tena (II)

En 1892 la hermandad del Mayor Dolor estrenó el grupo escultórico del Ecce Homo. El nuevo misterio debió de impactar en una Jerez que empezaba a vivir el resurgir de lo cofrade. Las tres esculturas se encontraban ejecutadas en talla completa y mostraban una composición y un acabado impecables, incluidas las de Pilatos y el sayón; piezas que nada tenían que ver ya con la tradición barroca, siendo concebidas con intención casi arqueológica en su caracterización e indumentarias, huyendo del anacronismo y la caricatura exagerada de siglos anteriores. En particular, la elegante representación de Pilatos se mantiene, más de un siglo después, en los más altos escalafones entre las figuras secundarias de nuestra Semana Santa.

En la monografía de Tormos Capilla sobre la Casa Tena este conjunto recibe una especial atención por ser el primer encargo conocido de Vicente Tena Fuster, donde incluso participaría el creador de la estirpe, su padre, el dorador Vicente Tena Ferrando, en la excelente policromía. En este sentido, el libro va más allá de la simple catalogación de obras, dividiéndose en dos partes que giran en torno al concepto de taller familiar. La primera centra, así, su interés en la evolución del obrador de los Tena en el contexto de los talleres valencianos de los siglos XIX y XX, mientras que la segunda persigue reconstruir las trayectorias vitales y profesionales de los distintos miembros de la familia a lo largo de tres generaciones. Una publicación que se nutre de una sorprendente colección inédita de dibujos, documentos y, sobre todo, de excepcionales fotografías. De hecho, la afición a la fotografía de Tena Fuster llevó a que el propio misterio del Ecce Homo fuera captado por su cámara antes salir de Valencia, como recuerdo indeleble de un trabajo que, como se verá, les abriría las puertas de Andalucía.

Página del libro “La Casa Tena. Un segle d’imatgeria valenciana” de Juan Bautista Tormos Capilla

https://www.diariodejerez.es/opinion/articulos/escultor-Vicente-Tena-II_0_1852016877.html

El escultor Vicente Tena (I)

El valenciano Blasco Ibáñez en la conocida novela “La bodega” plasma en 1905, de manera descarnada, la patética situación en la que vivían los jornaleros que trabajaban en las viñas jerezanas en torno a principios del siglo XX. En un momento de su relato establece un contraste entre la mísera morada que habitaban aquéllos dentro de la finca Marchamalo y la lujosa decoración con que su dueño, Dupont, había dotado a la aledaña capilla, para la cual había “encargado a los santeros de Valencia varias imágenes deslumbrantes de colorines y oro”. Más allá de la crítica, y de la visión peyorativa que el escritor manifiesta sobre sus paisanos imagineros, nos interesa el testimonio de una persona que consta que había visitado la ciudad algunos años antes y que refleja una realidad de la queda un buen número de ejemplos escultóricos.

Con la Restauración borbónica se produce un resurgimiento de lo religioso en España, y lógicamente en la propia Jerez, con lo que ello supone de vuelta de antiguas órdenes religiosas, instalación de otras nuevas y recuperación del alicaído movimiento cofradiero. En este contexto, y aprovechando la inexistencia o irrelevancia de los talleres locales y sevillanos, alcanzan una significativa demanda los entonces prestigiosos obradores valencianos de escultura religiosa. Es ahí donde sobresalió la figura de Vicente Tena Fuster.

Redescubierto aquí su nombre en 2009 por Antonio de la Rosa Mateos como autor del misterio del Ecce Homo de la hermandad del Mayor Dolor, ahora tenemos la oportunidad de profundizar en su trayectoria a través del libro “La Casa Tena. Un segle d’imatgeria valenciana” de Juan Bautista Tormos Capilla, que acaba de ser publicado en una cuidada edición por la Institució Alfons el Magnànim. Un novedoso trabajo de investigación que merecerá la pena desgranar con detalle otro día.

https://www.diariodejerez.es/opinion/analisis/escultor-Vicente-Tena_0_1848115226.html