Pedro Roldán en Jerez (y II)

En 1676 los mismos artistas que crean el memorable retablo mayor del Hospital de la Caridad de la capital hispalense, Bernardo Simón de Pineda y el propio Pedro Roldán, se ocupan de tallar el Sagrario de la Cartuja de las Cuevas de Sevilla. La salida de la orden de ese monasterio en el siglo XIX supuso el abandono de este conjunto, que terminaría siendo donado en 1947 a los cartujos para instalarlo en la cabecera del templo de su recién recuperado monasterio de Jerez. La estructura, conocida por muy pocos, posee planta cuadrada y se cubre por una cúpula calada sobre pechinas, conformando un espacio de escasas dimensiones pero de gran efectismo barroco. Este interior, ricamente tallado y dorado, incorpora columnas salomónicas y relieves escultóricos con temas como “La Última Cena” o prefiguraciones eucarísticas, como “Elías en el desierto”.

Un año después del trabajo para la Cartuja sevillana, los monjes jerezanos cubren la sala capitular de los padres con yeserías barrocas e idean para ella un nuevo retablo-relicario, cuya imaginería encomiendan a Roldán. Se trataba de las esculturas de una Inmaculada, los santos Hugos de Lincoln y Grenoble y un Crucificado. Tras la Desamortización de Mendizábal, el retablo desaparece y las imágenes se dispersan. A la Inmaculada se le ha perdido el rastro, por desgracia. Los dos santos fueron trasladados a la entonces Colegial y de allí volvieron a la Cartuja en 1950. El crucifijo pudo llegar a la iglesia mayor de la ciudad junto a éstos, aunque no ha sido hasta fechas recientes cuando ha sido atinadamente identificado por Jácome González y Antón Portillo con el que se halla en la sacristía de la actual catedral.

Todas las obras anteriores, por sus emplazamientos, han pasado y siguen pasando desapercibidas, aunque bien merecen un recuerdo en el cuarto centenario de su autor. 

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